¡Somos la salvaguarda de las aguas y los mares! Voces desde el terreno: los retos y el futuro de las comunidades pesqueras tradicionales

“Las comunidades pesqueras tradicionales son agentes de cambio y tienen una visión clara del futuro.”

INTRODUCCIÓN

En reconocimiento del papel crucial que desempeñan los 482 millones de personas que se dedican a la pesca tradicional en el mundo para asegurar la soberanía alimentaria y garantizar el derecho humano a una alimentación y nutrición adecuadas, no solo para sí mismas sino para millones de otras personas, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) declaró 2022 como el Año Internacional de la Pesca Artesanal y la Acuicultura (IYAFA 2022, por sus siglas en inglés). El IYAFA prevé un mundo en el que “los pescadores, piscicultores y trabajadores del sector pesquero en pequeña escala y artesanales reciben pleno reconocimiento y están empoderados para seguir contribuyendo al bienestar de los seres humanos, a sistemas alimentarios saludables y a la erradicación de la pobreza [...]”. Sin embargo, el Fishers’ Blue Economy Tribunal 2019/2020 (Tribunal de economía azul de los pescadores) puso de manifiesto el creciente acaparamiento de territorios y la competencia entre diversos actores por los espacios oceánicos, lo que aleja a las comunidades pesqueras tradicionales de sus caladeros y territorios, y pone en peligro su capacidad para alimentarse y alimentar a sus familias. Este artículo está basado en las voces y experiencias compartidas por los y las representantes de las comunidades pesqueras tradicionales miembros del Foro Mundial de Pueblos Pescadores en los diálogos mantenidos sobre sus relaciones con las ecologías oceánicas, los desafíos multifacéticos a los que se siguen enfrentando y el futuro que prevén para sí mismos y para las generaciones futuras en la consecución de la soberanía alimentaria.

 

La pesca es algo más que una actividad económica para asegurar un sustento. La pesca constituye una parte intrínseca de la cultura de las comunidades pesqueras y el alma misma de lo que son. “Nunca he cuestionado lo que significa ser una pescadora tradicional. Siempre hemos pescado y cazado, y esa ha sido la esencia de nuestras vidas”, dijo Elena Konoplianko (Aborigen Forum, Rusia), que pertenece a los pueblos indígenas de Oroch (О́рочи), Rusia. La pesca no es solo una profesión, o un sector, sino lo que les hace ser quienes son; forma su identidad colectiva. “Nuestra tribu se llama Maruka y significa ‘la gente que vive junto al mar’”. De esto se hace eco David (Dauda) Ndiaye (Colectivo Nacional de Pescadores Artesanales de Senegal /CNPS). “Somos Lébou. Vivimos en la parte occidental de Senegal. Durante generaciones, nuestras familias han practicado diversas técnicas de pesca. Tenemos vínculos históricos con el mar y los recursos marinos. Están en el centro de nuestras vidas y son nuestro único medio de subsistencia, lo que también garantiza nuestra cohesión social y nuestra soberanía alimentaria”. Esta opinión también la comparte Jason Jarvis, un pescador de pequeñas embarcaciones de Rhode Island (Estados Unidos) (Northwest Atlantic Marine Alliance/NAMA) que afirma que su relación con el mar está arraigada en él desde su infancia: “Me siento conectado al agua de una manera difícil de explicar. En el agua y sobre ella es donde me siento en casa, en paz”. La pesca se transmite de generación en generación: “Forma parte de nuestros genes, está en nuestro ADN. Lo veo en mi hijo. Lo más increíble es que vaya al mar con su padre”, añade Nadine Nembhard, de Belice (Caribbean Network of Fisherfolk Organization/CNFO). Jason destaca igualmente que dedicarse a la pesca es también una cuestión de autodeterminación. Josana Costa (Movimento de Pescadores e Pescadoras Artesanais do Brasil /MPP) de Brasil, está de acuerdo con él: “Se trata de libertad y soberanía, de ser una persona autónoma”. Siti Aisyah Amini (Indonesia Traditional Fisherfolks Union/KNTI) destaca la contribución de las comunidades pesqueras tradicionales a la seguridad alimentaria: “Indonesia es el mayor país insular. El 96% de las personas que se dedican a este oficio pescan a pequeña escala. Somos los héroes y las heroínas nacionales de las proteínas”. Ser capaces de proporcionar pescado fresco y de la mejor calidad es un orgullo para los pescadores y las pescadoras, como expresan Jason y Nadine. Sin embargo, cada vez más, el pescado se está convirtiendo en una mercancía y un bien económico regulado por el mercado, lamenta Jason.

 

 

El acceso y el control de los recursos hídricos y de las zonas costeras es una condición sine-qua-non para la realización de los derechos a una alimentación y nutrición adecuadas de los pescadores y las pescadoras tradicionales, así como otros derechos humanos relacionados. Todas las personas representantes citadas aquí denuncian la pérdida de acceso a sus aguas y territorios. Las causas son múltiples: los intereses corporativos y las agendas y políticas orientadas al beneficio se plasman cada vez más en la llamada “economía azul”. En este contexto, el fomento de las industrias extractivas (como el gas, el petróleo y la minería), la acuicultura, el desarrollo de infraestructuras y el turismo sigue marginando a las comunidades pesqueras tradicionales.

En la actualidad, los pescadores y las pescadoras se enfrentan a la negación de su acceso y gobernanza sobre sus aguas y tierras costeras, a la disminución de las poblaciones de peces, a la contaminación marina causada por los residuos industriales y domésticos y a la degradación de la biodiversidad marina, todo lo cual pone en peligro la realización de sus derechos a una alimentación y nutrición adecuadas. 

Los recientes descubrimientos de petróleo y gas en Senegal están atrayendo la llegada de industrias extractivas. Una empresa australiana de exploración y producción de petróleo ha puesto en marcha su primer proyecto petrolero: “Las perforaciones de la empresa ponen en peligro la zona de pesca artesanal designada para las personas que viven de la pesca artesanal, que no pueden acceder a los caladeros”, afirma Dauda. Josana hace hincapié en el nexo entre la tierra y el agua y en la importancia de los derechos de tenencia no solo del agua, sino también de las tierras adyacentes: “Nos despojan de la tierra y los bosques, mientras los fertilizantes y el mercurio contaminan nuestras tierras. El capitalismo ha avanzado también hacia nuestras aguas. Este mal generalizado está afectando ahora a nuestra producción pesquera. La agroindustria está construyendo puertos para exportar maíz y soja, y las empresas mineras se están llevando nuestras playas”. Incluso en Malí, un país sin salida al mar, la vía fluvial más importante de África, el río Níger, se está secando debido al desvío del caudal aguas arriba que se proporciona a los inversionistas extranjeros que están respaldados por planes de desarrollo agrícola. Jason también está preocupado por esta pérdida de frentes de agua: “Gran parte de nuestras propiedades costeras han sido compradas por gente rica. Este acaparamiento inmobiliario nos está expulsando. Estamos perdiendo el acceso a los recursos marinos y a los lugares para guardar nuestras embarcaciones”.

Las medidas de conservación de arriba abajo, que no consideran a las personas como parte de la naturaleza, no respetan los derechos consuetudinarios de acceso al agua de las personas que se dedican a la pesca tradicional. Un ejemplo lo encontramos en las Áreas Marinas Protegidas (AMP), es decir, zonas de conservación reservadas para rejuvenecer la biodiversidad marina y las poblaciones de peces, que han limitado los derechos de pesca de las comunidades en muchas partes del mundo. Su creación está respaldada por objetivos mundiales, como la meta 14 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y la llamada Iniciativa 30 x 30, que pide que el 30% de todos los ecosistemas terrestres y marinos se sometan a sistemas de protección. La mayoría de las veces, las AMP se imponen sin consultar a las comunidades pesqueras, a las que se criminaliza por pescar en sus aguas. El reciente titular sobre los canjes de deuda por naturaleza (DFN, por sus siglas en inglés) en Belice es un ejemplo de cómo las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza”, como las AMP, se encuentran con la financiarización de la economía azul. Los DFN son un instrumento de deuda que permite “condonar” parte de la deuda externa de un país en desarrollo, a cambio de compromisos de inversión en la conservación de la biodiversidad y en medidas de política medioambiental. En resumen, una ONG medioambiental con sede en Estados Unidos, Nature Conservancy, en colaboración con Credit Suisse, financió la compra de deuda por valor de 533 millones de dólares. A cambio, Belice aceptó gastar 4 millones de dólares al año en la conservación del medio marino hasta 2041, aplicar legalmente el “Plan Espacial Marino” y designar hasta el 30% de su océano como Zonas de Protección de la Biodiversidad, así como desarrollar una “industria de acuicultura y maricultura sostenible de alto valor”. Belice se enfrentará a sanciones económicas si no cumple el acuerdo. Nadine critica que, a la hora de tomar decisiones de este tipo, no se haya consultado a las 3.000 personas del país que dependen del agua para su trabajo y supervivencia. “Quiero subrayar la naturaleza profundamente neocolonial de este enfoque basado en el mercado. Porque Belice se ve empujado a ceder su derecho a decidir por sí mismo sobre el uso de sus recursos naturales y financieros. La deuda de Belice no solo es el resultado de la dependencia financiera de los países del Norte, sino que ahora se utiliza para obligarnos a hacer frente a una crisis ecológica, que ha sido causada en gran medida por los países ricos. Los DFN son otra forma de dominación de los intereses financieros extranjeros en detrimento de nuestro pueblo”.

La invasión de las aguas por parte de los buques extranjeros pone en peligro los derechos a una alimentación y nutrición adecuadas de las comunidades pesqueras tradicionales, como narra Azrilnizam Omar (Malaysian Coastal Fishermen’s Education and Welfare Association/Jaring): “Los arrastreros extranjeros, principalmente de Vietnam, están invadiendo las zonas de pesca designadas para los barcos malayos locales, que, a su vez, entran en nuestras zonas de pesca. Esto afecta a nuestras capturas, fuente de ingresos y medios de vida. La ayuda financiera mensual proporcionada por el gobierno solo beneficia a los y las profesionales de la pesca registrados con licencia, pero no personas como nosotras”. La pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR) se ha convertido en una de las principales amenazas marítimas a las que se enfrenta Senegal. Los barcos de pesca industrial no autorizados, en particular, han estado saqueando los recursos marinos del país, aprovechando el débil sistema de vigilancia del país. Dauda lo explica: “Los recursos acuáticos, que antes eran abundantes, diversos y ricos en nutrientes, están sobreexplotados. Muchos de nosotros no tenemos licencia para pescar porque el gobierno ha congelado el permiso de pesca desde 2018”. Del mismo modo, en Sri Lanka, Thadsajini (Thadsa) Thavachselvam (National Fisheries Solidarity Movement/NAFSO) comparte cómo la comunidad pesquera tradicional se enfrenta a la pesca ilegal de arrastre en aguas de Sri Lanka desde su país vecino, India. El conflicto entre Sri Lanka y el estado sureño de Tamil Nadu (India) por la pesca se remonta a los años 70. Una frontera marítima acordada por ambos países en la década de 1970 sigue sin ser respetada por los grandes pescadores industriales indios. Los grandes arrastreros se acercan para arrollar a los barcos de los pescadores artesanales: “Los grandes barcos nos llaman la flota de los mosquitos. No somos más que una molestia para ellos”, dice Jason.

Las agendas con fines de lucro también amenazan la vida de las comunidades pesqueras tradicionales en la región del Extremo Oriente ruso. El gobierno hace oídos sordos a la situación de los pescadores y las pescadoras indígenas, pero presta atención a los intereses industriales y a sus presiones. Los pescadores Orochi son testigos de la sobreexplotación de varias especies de salmón por parte de las empresas pesqueras industriales. A pesar del reconocimiento legal del derecho a la pesca tradicional de los pueblos indígenas, existe una cuota establecida para la cantidad de salmón que se puede pescar. “Solo se nos permite pescar 100 kg de salmón al año. Esta cantidad es demasiado escasa para que podamos mantener nuestros medios de vida. Pescamos porque nuestra tierra no es apta para el cultivo”. Este sistema de cuotas, conocido como cuotas individuales de pesca (CIP) o cuotas individuales transferibles (CTI), suele ser aplicado por los gobiernos para regular la pesca. Sin embargo, para las personas que se dedican a la pesca tradicional supone la privatización de sus derechos de pesca. También en Estados Unidos, Jason lucha contra el sistema de cuotas: “En 2010, el pescado se mercantilizó y se convirtió en acciones y bonos. Una forma sencilla de decirlo: se ha convertido en un mercado de mercancías y cualquiera con dinero puede comprar la cuota de pesca”.

El rápido descenso de las poblaciones de peces está perjudicando la capacidad de las comunidades pesqueras a pequeña escala para subsistir y alimentar a sus familias. Las aguas, ricas en biodiversidad y esenciales para la mera supervivencia de estas comunidades, están sufriendo las consecuencias del calentamiento global, lo que repercute aún más en los recursos oceánicos. En Sendou (Senegal), Dauda nos cuenta cómo se ha instalado una central eléctrica de carbón en una zona en la que pescan los pescadores y las pescadoras artesanales, lo que afecta a la salud de la población local, en particular de las mujeres que trabajan en un centro de procesamiento de pescado cercano. El cambio climático afecta a la meteorología, y los pescadores y las pescadoras arriesgan sus vidas para ir a pescar más lejos en el océano, añade Jason. Elena nos recuerda la interconexión entre la naturaleza, las comunidades pesqueras y el entorno: “Todo está interconectado: El mar, la flora y la fauna. Hoy utilizamos diferentes herramientas de pesca, redes y barcos, pero creemos en el espíritu de la naturaleza y nunca pescamos en exceso ni sobreexplotamos nuestros territorios”. Josana señala las implicaciones sociales relacionadas con el acaparamiento de territorios: “Con la promoción de la minería por parte del gobierno brasileño, estamos asistiendo a la entrada de más drogas, más tráfico, violaciones y prostitución. Las mujeres son las principales víctimas y se llevan la peor parte. El gobierno ha liberalizado las armas y utiliza la inteligencia artificial para detectar a quienes rechazan sus políticas y acciones, y luego nos criminaliza”.

Otro problema es el acceso al gasóleo subvencionado para la pesca artesanal. En Indonesia, se debe a las trabas administrativas y a las distancias que deben recorrer los pescadores y las pescadoras hasta las estaciones de servicio. En Sri Lanka, mientras el país se enfrenta a la peor crisis económica desde su independencia en 1948 y con una inflación galopante, el costo del gasóleo casi se ha duplicado en pocos meses, mientras las cifras oficiales muestran que el precio medio de los alimentos se disparó un 25% en enero de 2022. Thadsa denuncia la situación: “La crisis ha dejado a las comunidades pesqueras locales sin combustible para enviar sus barcos al océano a pescar. Esto tiene una enorme implicación para nuestro derecho a una alimentación y nutrición adecuadas porque no podemos comprar alimentos. Con un salario medio de 500-600 rupias de Sri Lanka (equivalente a 1,54 dólares), no podemos pagar los gastos médicos ni enviar a nuestros hijos e hijas a la escuela”.

 

A pesar de los retos aparentemente insuperables en todo el mundo, las comunidades pesqueras tradicionales no se callan. Están desplegando diversas estrategias y acciones combinadas para desafiar las políticas y corrientes en su contra. Elena y Jason están alzando la voz contra el sistema de cuotas al relacionarse directamente con los responsables políticos de Rusia y Estados Unidos, mientras que Thadsa lleva a cabo programas de concienciación con los pescadores y las pescadoras tradicionales para que participen en acciones directas y nacionalicen la protesta de las comunidades pesqueras de Sri Lanka. Nadine también destaca la importancia de la capacitación de las personas que se dedican a la pesca a pequeña escala para exigir sus derechos en los espacios de elaboración de políticas en el Caribe. Siti exige la participación directa de las comunidades pesqueras en los procesos de elaboración de políticas y leyes en Indonesia, y pide que los pescadores y las pescadoras puedan hacer sus propias recomendaciones, basadas en sus datos. En Brasil, las propias comunidades pesqueras ya participan en la recogida de datos para contrarrestar las “mentiras” del gobierno, que favorece la pesca industrial con el argumento de que se captura más. Azrilnizam sigue vigilando el plan del gobierno de Malasia para detener el funcionamiento de los grandes arrastreros en aguas nacionales. Aminata pide que se transformen los sistemas alimentarios locales de Malí, centrándose mucho más en el pescado de producción local, por ejemplo, a través de la piscicultura a pequeña escala que pueden realizar fácilmente las mujeres y los ancianos.

Las comunidades pesqueras tradicionales son agentes de cambio y tienen una visión clara del futuro. El gobierno federal de Rhode Island se está abasteciendo cada vez más de pescado local capturado por pescadores y pescadoras a pequeña escala a través de un colectivo, gracias a la labor de incidencia de Jason y sus compañeros y compañeras. Nadine destaca la aprobación de las directrices de la ONU para la pesca a pequeña escala como un logro de los pescadores y las pescadoras, y nos recuerda la necesidad de supervisar su aplicación por parte de los gobiernos nacionales. Por último, las comunidades pesqueras a pequeña escala deben organizarse para defender el reconocimiento de los derechos de sus pueblos y sus derechos tradicionales consuetudinarios sobre sus territorios para todas las generaciones futuras. Dauda concluye: “Este año se ha creado una coalición de pescadores y pescadoras artesanales para representarnos. Esta coalición se presentará a las próximas elecciones legislativas para defender los derechos de las personas que se dedican a la pesca  artesanal, lo que constituye el primer intento no solo en Senegal, sino en toda África. ¡Piensen en nosotras, las personas que nos dedicamos a la pesca, como actores de este debate!.